Documento con historia. Así se despidió Quim Casas de los Dead Kennedys originales (1978-1986) en Rockdelux. En aquellos años, el legado del grupo de Jello Biafra sonó a terrorismo e incorrección sociopolítica. Su hardcore punk punzante y crítico marcó una época en la escena internacional. Como las cosas realmente importantes, su herencia sigue manteniéndose vivo en el recuerdo de muchas bandas y seguidores de la música. Los Dead Kennedys volvieron en 2001, pero ya sin Jello Biafra. Qué gran sarcasmo.
Los Dead Kennedys han llegado al final de su recorrido. Ahora, al parecer definitivamente cerrada la obra de Jello Biafra y sus amigos por desavenencias personales, nos quedan retazos visuales, provocaciones, música hiperactiva, ritmos escabrosos y adrenalínicos; una estética puntual transformada en manifiesto visceral, en la esencia más combativa del punk. Quedan los Dead Kennedys, su imagen y su sonido.
Vayamos por orden. Primero las portadas: una hilera de coches policiales ardiendo (“Fresh Fruit For Rotting Vegetables”, 1980); Cristo crucificado sobre un billete de dólar (“In God We Trust, Inc.”, 1981); una bien formada mano blanca recoge en su palma una escuálida y patética envejecida mano negra (“Plastic Surgery Disasters”, 1982); ridículos hombres maduros efectúan una carrera de automóviles de miniatura (“Frankenchrist”, 1985); la Estatua de la Libertad llora al sentirse ultrajada y manoseada por todo tipo de personajes dibujados por Winston Smith, habitual grafista del grupo (“Bedtime For Democracy”, 1986). Una vez admiradas o repelidas las portadas, aparecen los trabajos collages interiores, en forma de cuaderno, póster o fanzine: en ellos se dan cita Reagan, los Marx Brothers, Chaplin y Keaton, Blancanieves, Nixon, Fidel Castro, Gadafi, monjas provistas de recios fusiles, el Ku Klux Klan, machos americanos, polícias aguerridos y Hitler, entre muchos más.
La parte gráfica de los Dead Kennedys, fundamental, ya ha sido consumida. La mirada se dirige ahora sobre los títulos de las canciones. Una breve selección nos invitaría a matar pobres y niños (“Kill The Poor”, “I Kill Children”), a practicar los vómitos religiosos (“Religious Vomit”), a joder a los punks que comulgan con el nazismo (“Nazi Punks Fuck Off”), a comprender que los chicos desarrollados necesitan un buen almuerzo americano (“A Growing Boy Needs His Lunch”), a poner en venta la anarquía (“Anarchy For Sale”), a veranear en Camboya (“Holiday In Cambodia”) o a cuestionar el significado de la gloriosa bandera nacional (“Stars And Stripes Of Corruption”). Y luego, entre cortantes y sincopados ritmos, guitarras no especialmente refinadas y alaridos vocales, llegarían los textos, tan irónicos como punzantes: “Mato niños / obligo a sus madres a llorar / Mato niños / Los aplasto bajo mi coche”, de “I Kill Children”; “Soy el Emperador Ronald Reagan / Nacido de nuevo con los insaciables fascistas / Ahora, tú puedes hacerme presidente”, de “We‘ve Got A Bigger Problem Now”.
Lo que sigue es puro manual histórico. Es la vida de Jello Biafra (voz, productor y compositor de la mayoría de las canciones), un norteamericano dispuesto a escupir música sobre la corrupción de su país, y que encontró la mejor forma de hacerlo después de pasar una temporada en Londres, viviendo de cerca la explosión punk. Lo conoció, lo entendió y le saco más provecho que otras bandas afines. En julio del 78 los Dead Kennedys suben por vez primera a un escenario. Biafra se acompañaba de un diabólico guitarra, East Bay Ray, un bajista que pulsa su instrumento como si estuviera taladrando edificios, Klaus Flouride, y un rapidísimo batería, Ted. Poco después recurre a la ironía política para darse a conocer mejor; Biafra se presenta a las elecciones para la alcaldía de San Francisco, y casi inmediatamente su grupo ficha para Fast, una compañía independiente escocesa. Aparece su primera grabación, el single “California Über Alles” (1979), al que sigue, ahora para Cherry Red, “Holiday In Cambodia” (1980). Temas emblemáticos que tiene una coherente continuación en el excelente “Fresh Fruit For Rotting Vegetables” y, ya para Alternative Tentacles y con el nuevo y definido batería D.H. Peligro, al mini “In God We Trust, Inc.” y el LP “Plastic Surgery Disasters”, disco donde se cobijaba una de las mejores canciones del grupo “Halloween”.
El escándalo suscitado por la inclusión en “Frankenchrist” del póster dibujado por Giger –falos y anos metalizados dignos de cualquier pasaje de “Aliens”–, y la prohibición de “Bedtime For Democracy” en algunas tiendas británicas, volvieron a reactivar, por última vez, el tono incordiante de los Dead Kennedys, uno de los pocos grupos que ha permanecido fiel al idearlo punk hasta la segunda mitad de los ochenta. El primero de estos discos plantea nuevas direcciones, con una construcción mucho más flexible de los temas e inclusión de instrumentos orientales y sintetizadores para enriquecer el conjunto. El segundo recupera la contagiosa agilidad de los primeros tiempos, con 21 escuetas canciones de ritmo imparable, una descarga anímica en la que Biafra demuestra el dominio absoluto sobre una música a la que ha sabido sacar todo el jugo, moldeándola a su antojo para decirles a los burgueses, fascistas, políticos corruptos y censores de pacotilla todo lo que, realmente, merecen oír. Los Kennedys han muerto, su música sobrevive.
Publicado en Rockdelux 29 (Abril 1987)
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