Tardó ocho años en recuperar su carrera en solitario, pero la espera valió la pena. Después de ponerse al servicio de Soulsavers, Isobel Campbell o Queens Of The Stone Age, entre otros, la voz cavernosa del exlíder de Screaming Trees reclamó protagonismo nuevamente en “Blues Funeral” (2012), un álbum de corte elegíaco, de inspiración cinematográfica y con ecos krautrock. La bestia volvió a rugir.
Las cosas cambian. Hace casi catorce años, Mark Lanegan se asomaba a estas páginas (Rockdelux 158, diciembre 1998) arrastrando fama de arisco y pendenciero, paradigma del rockero de mala reputación y pasado patibulario, con la gorra calada hasta casi ocultar su rostro, una expresión pétrea en la mirada y respuestas afiladas como cuchillos. Por entonces había publicado su tercer álbum en solitario, “Scraps At Midnight”(Sub Pop, 1998), y todavía giraba acompañado de Ben Shepherd (Soundgarden), poniendo de manifiesto que sus vínculos con Seattle, la ciudad donde desarrolló su carrera al frente de Screaming Trees, seguían siendo sólidos.
No es que ahora sea el tipo más divertido del mundo, pero Lanegan se ríe a gusto en algunos momentos de la conversación. A base de carcajadas guturales, huelga decirlo. Quizá algo ha tenido que ver la meterología de Los Ángeles, ciudad a la que se trasladó hace más de una década (“Me atrajo la luz del sol, me mantiene vivo”, asegura), o puede que los años que ha pasado subiéndose al escenario con músicos de diferentes personalidades y variado perfil sonoro lo hayan convertido en una persona más sociable.
“Cuando acabé ‘Bubblegum’ me tomé un año libre. Después empecé a hacer cosas con The Twilight Singers; luego me puse a grabar y girar con Isobel Campbell, Soulsavers, The Gutter Twins... Los años fueron pasando sin que me diera cuenta y en diciembre de 2010 fui consciente de que realmente hacía mucho tiempo que no grababa un disco mío, así que me puse a ello”
Lo que no ha cambiado, y se nota desde el momento en que descuelga el teléfono, es su garganta. Esa característica voz rotunda y de registros graves, capaz de sumergir las canciones en la oscuridad más profunda, que sigue siendo la seña de identidad de un Lanegan con motivos para sentirse feliz: “Blues Funeral” (4AD-¡Pop Stock!, 2012) es quizá su mejor álbum como solista. “Todo el mundo dice siempre que el último es el mejor, pero en este caso lo creo de verdad. He disfrutado mucho durante el proceso de grabación y me encantan las canciones, así que estoy de acuerdo contigo”, comenta mientras ríe abiertamente por primera vez. “Grabo discos porque soy consciente de que alguien más los escuchará, y siempre te hace sentir bien que haya otra gente que disfruta con lo que haces. Es parte de este trabajo”.
Necesitaba un disco así. Y no solo porque “Bubblegum” (Beggars Banquet, 2004), su anterior entrega (y primera firmada como Mark Lanegan Band), era acogida de manera bastante tibia, sino porque ya habían pasado ocho años desde su publicación, durante los cuales el cantante había colaborado con otros músicos. “En realidad, no tenía intención de que transcurriera tanto tiempo. Cuando acabé ‘Bubblegum’ me tomé un año libre. Después empecé a hacer cosas con The Twilight Singers; luego me puse a grabar y girar con Isobel Campbell, Soulsavers, The Gutter Twins... Los años fueron pasando sin que me diera cuenta y en diciembre de 2010 fui consciente de que realmente hacía mucho tiempo que no grababa un disco mío, así que me puse a ello”.
El resultado es majestuoso y supone su regreso triunfal. “Quería hacer un álbum canción a canción y que después todas encajaran juntas en un todo, como un disco compacto, aunque es lo que intento siempre”, explica. Y, no cabe duda, lo ha conseguido, hasta el punto de convertir el disco en una suerte de eléctrica y vibrante elegía. “Creo que todos los míos lo son (risas). No sé, eso es algo que deberían decir los demás, pero no me paro a pensar demasiado en esas cosas”. Tampoco lo hizo a la hora de buscar el título, aunque a posteriori resulte imposible pensar en uno más adecuado que “Blues Funeral”.“Suele ser lo último que decido, después de escuchar el disco completo. No es sencillo, pero de alguna manera hay que llamarlo (vuelve a reír), así que... Supongo que me gusta cómo suena”.
En la primera etapa de su carrera solista, Mark Lanegan tuvo como escudero a Mike Johnson (Dinosaur Jr.), que fue su mano derecha hasta 2001. Alain Johannes (Eleven, Queens Of The Stone Age) le tomó el relevo en “Bubblegum” y ha vuelto a ser su mejor aliado en el nuevo álbum. “Sí, es mi nuevo Mike Johnson, pero en realidad es mucho más. Mike es un gran amigo y un músico fantástico, que supo imprimir su personalidad tanto en los discos como en directo, pero Alain, además, es ingeniero, produce y se encarga de las mezclas. Como Mike, es un buen amigo, pero esta vez la relación ha ido mucho más allá en el plano musical. Ha sido un placer trabajar con él nuevamente, porque nos hemos entendido muy bien”.
“Cuando hago música, me gusta tener cerca a mi círculo de amigos más cercanos, y tengo la suerte de que, además, son excelentes músicos”. Foto: Sam Holden
Ambos han sabido proporcionar numerosos detalles a las canciones, a las que dotan de singularidad (los coros stonianos de “Quiver Syndrome”, los diversos teclados de “Tiny Grain Of Truth”), pero, sobre todo, crean una atmósfera sonora que combina la tensión eléctrica con los sintetizadores de un modo totalmente diferente al de sus grabaciones anteriores. “Ya había trabajado con sintetizadores en ‘Bubblegum’, si bien es cierto que los utilizaba de otra forma. Esta vez quería que fueran más bonitos. Creo que, en parte, la culpa la tiene también el hecho de que, mientras estuve escribiendo el disco y grabando en el estudio, estuve escuchando mucho krautrock: Kraftwerk, Harmonia, Kluster, cosas así, que quizá tuvieron su influencia. Y cada día, cuando me dirigía en el coche al estudio, iba oyendo la emisora de Los Ángeles especializada en música de los ochenta (risas)”.
Sin embargo, “Blues Funeral” esquiva la tentación retro. Incluso cuando los sonidos sintetizados ironizan con la nostalgia, como ocurre en “Ode To Sad Disco”, un tema con origen cinematográfico. “El punto de partida es una canción titulada ‘Sad Disco’, que forma parte de la banda sonora de la película ‘Con las manos ensangrentadas’ (Nicolas Winding Refn, 2004), la segunda parte de ‘Pusher’, una trilogía que me apasiona. Está entre mis favoritas de todos los tiempos, y esa segunda entrega tiene una música increíble entre la que se incluye esa pieza, compuesta por Keli Holdversson, quien me sugirió hacer la mía. Por eso le puse ese título”. Siendo fan de Winding Refn, Lanegan también ha visto “Drive”. “Sí, fui dos veces, la misma semana que la estrenaron. Y me parece fantástica, aunque soy particularmente fan de la serie ‘Pusher’”.
“Mientras estuve escribiendo el disco, estuve escuchando mucho krautrock: Kraftwerk, Harmonia, Kluster, cosas así, que quizá tuvieron su influencia. Y cada día, cuando me dirigía en el coche al estudio, iba oyendo la emisora de Los Ángeles especializada en música de los ochenta”
No es el único corte que reclama atención particular en un disco en el que parece no sobrar nada y que sugiere algunos guiños al oyente que a veces no tienen el fundamento inicialmente supuesto. Porque, en un álbum donde se regurgita el blues con objeto de reubicarlo en pleno siglo XXI, cualquiera diría que una canción con un título como “Bleeding Muddy Water” tiene un obvio doble sentido. Cualquiera menos Lanegan. “Pues la verdad es que no se me ocurrió. Por supuesto, soy un gran admirador de Muddy Waters, como te puedes imaginar, especialmente de su disco ‘Electric Mud’ (1968), que es uno de mis preferidos de todos los tiempos, pero el título de la canción es una coincidencia”. Y ofrece una imagen tremendamente poderosa (la de sangrar agua embarrada) que no es la única destacable en el imaginario literario del disco, en el que no faltan las habituales colaboraciones de los amigos cercanos: Greg Dulli comparte protagonismo vocal en “St. Louis Elegy”, la guitarra de Josh Homme se desboca en “Riot In My House”, Chris Goss es el responsable del tono atmosférico de “Leviathan” y Shelley Brien (que se ocupó en la gira de ‘Bubblegum’ de las partes vocales grabadas por PJ Harvey) aporta el toque femenino a “Quiver Syndrome”.
Si da la sensación de que las grabaciones de Lanegan son como una reunión de colegas, es porque realmente lo son. “Un poco sí, no te voy a engañar. Cuando hago música, me gusta tener cerca a mi círculo de amigos más cercanos, y tengo la suerte de que, además, son excelentes músicos”. Muchos de ellos tradicionalmente asociados al grunge y al stoner rock, aunque en el caso concreto de Alain Johannes y el batería Jack Irons, ambos procedentes de Eleven, habría que hablar de neo-prog, una corriente poco ponderada que tampoco parece haber sido la razón para que Lanegan contara con ellos.“El rock progresivo es muy amplio, porque podemos estar hablando tanto de Emerson, Lake & Palmer como de King Crimson. Admito no estar muy al día en el tema, pero llegué a disfrutar mucho con una canción de Yes que ahora no recuerdo. Creo que es un género que gusta más a la gente que toca instrumentos”, concluye soltando otra ronca carcajada.
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