Documento Rockdelux: Lemmy vs. Manrique. Ya sabemos que Ian Fraser “Lemmy” Kilmister, el hombre Motörhead, nunca ha dejado de ejercer de Atila, pero, sorprendentemente, en 1986 Motörhead se unieron al productor de élite Bill Laswell para, no obstante, seguir siendo ellos mismos: “Orgasmatron” fue, una vez más, la prueba de su imperturbable marca de fábrica. En 1987, cuando se editó el disco en España, un expectante Diego A. Manrique vivió el experimento así: entusiasmo inicial atenuado con cierta frialdad. Aquí está la prueba.
Retornan Motörhead. Ian Fraser “Lemmy” Kilmister vuelve a ejercer de Atila, superada la desaparición del sello Bronze, para nada afectado por los aires de embellecimiento que soplan sobre el género duro. Tan feo y bruto como siempre, su nuevo disco –sutilmente titulado “Orgasmatron” (GWR, 1986; Victoria-PDI, 1987)– cuenta con la anomalía de un Bill Laswell en la producción.
Ah, vivimos tiempos de confusión. En el pasado, todo estaba maravillosamente segregado: los estetas no se tocaban con los salvajes, los experimentadores no tenían el teléfono de los cantantes de moda. Había vallas, fosos, campos de minas, tierras inexploradas entre cada reino musical.
¿Ahora? Parece que funcionara una máquina centrifugadora dispuesta a mezclar naranjas y limones, velocidad y tocino. David Stewart y Bob Dylan, George Michael y Aretha Franklin, Paul Simon y Philip Glass, Chrissie Hynde y Jim Kerr, Miles Davis y Sting. El último soponcio: reaparecen Motörhead, famosos rompetímpanos, con un mago neoyorquino de la vanguardia funk-jazz-free-punk-afro, Bill Laswell. No hay vergüenza…
EL HOMBRE DE MATERIAL
Bill Laswell debe su reputación inicial a una curiosa aventura llamada Material. Un grupo fantasma, nucleado alrededor de Laswell y Michael Beinhorn, que succionaba energía del rock, el punk, el jazz y la disco music. Un bruto que adecuaba su formación a la naturaleza del repertorio que tenía para grabar. Que se beneficiaba de las variadas aportaciones de Fred Frith y Nona Hendryx, Sonny Sharrock y Nile Rodgers, Whitney Houston y Archie Shepp, Daniel Ponce y Brian Eno.
Resultado: discos caleidoscópicos, catalizados por la colisión de diversas ópticas y tradiciones. Una actitud abierta, capaz de enfrentarse con la música de Hugh Hopper y la de Ennio Morricone, aparte de las rotundas composiciones de la pareja Laswell-Beinhorn. Pero Material nunca fueron excesivamente rentables y Laswell ejerce ahora como productor de lujo, al servicio de Mick Jagger y de quien lo llame. Ofrece su conexión con el sonido duro de Nueva York. Mantiene una saludable curiosidad, pero trabaja demasiado y desperdiga su imaginación en proyectos cuya única razón es la existencia de un mercado potencialmente receptivo. En una palabra: la mayor parte de su trabajo desde 1984 ya no es VITAL.
Bill Laswell debe su reputación inicial a su aventura en Material: un grupo fantasma que succionaba energía del rock, el punk, el jazz y la disco music.
¿PIEDRA FILOSOFAL?
Tampoco hay que escandalizarse de que el sonido urbano de Nueva York tenga contactos con el rock duro/heavy metal. Run D.M.C. han demostrado, vía su colaboración con Aerosmith en “Walk This Way”, que esa es una jugada provechosa, encuadrable bajo el lema de Abrir Mercados. Después de todo, el heroísmo guitarrero tiene puntos de contacto con la estética desafiante-machista del hip hop. Y ese lagarto llamado John Lydon viene amenazando con la fusión del punk y el funk bajo la sombra del heavy metal.
Lo cual hacía concebir esperanzas respecto al encontronazo entre Bill Laswell y Lemmy. Pero “Orgasmatron” carece de la ansiada –por mí– hibridez: es un disco de Motörhead más, con títulos como “Sordo siempre”, “Garra”, “Doctor Rock”, “Construido para la velocidad” o “Máquina malvada”. Ah, sí: la batería está bien grabada, hay algunos latigazos sonoros inesperados… nada radicalmente diferente de lo que hubieran hecho con otro productor cuidadoso (de hecho, me pregunto qué se hubiera hecho con Paul Inder, el hijo de Lemmy, en el timón).
Dos interpretaciones: Laswell carece de perspectiva para iluminar el área de (posible) solape entre su experiencia de alquimista y el código cerrado de Motörhead; o el grupo de Lemmy se ha negado a ser conejillo de indias del (posible, insisto) experimento. Por lo demás, sin novedad: Motörhead ladran y muerden, aceleran como si solo se alimentaran de anfetaminas, hacen tambalearse las pantallas de cualquier equipo de sonido. Pero se desperdició la oportunidad de crear un cóctel raro. Y un servidor era uno de esos que confiaba en hallar algo insólito en los surcos “Orgasmatron”. Sin embargo, mantengo mi curiosidad: ¿cómo sonarían Iron Maiden pasados por Arthur Baker?
Publicado en Rockdelux 28 (Marzo 1987)
No hay comentarios:
Publicar un comentario